Transitamos 20 años de sólido desarrollo en la medicina domiciliaria en nuestro país que avalan el crecimiento del servicio en resultados y calidad. La sensibilidad humana, la sólida formación profesional y la experiencia de los equipos de profesionales han permitido un manejo realista de las expectativas acerca del nivel, frecuencia y duración de los servicios, aumentando así la adherencia al plan de tratamiento. Sin embargo, la gran deuda al día de hoy de los servicios de cuidados domiciliarios es la prevalencia del denominado modelo rehabilitador, focalizado en la funcionalidad de la persona y su capacidad, o no, de ser rehabilitada.
Este modelo pone en evidencia una realidad discriminatoria y, si bien se ha visto en diversos ámbitos de la salud un acercamiento a modelos más aggiornados, aun en los servicios de cuidados domiciliarios la realidad demostró que los mecanismos implementados resultaron insuficientes o nulos para afrontar los nuevos desafíos bioéticos.
Así, se propone para subsanar esta 'deuda' la creación de un equipo transdisciplinario que no sólo respalde su accionar con conocimientos profesionales sino que comprenda y comparta los modelos actuales que entienden al origen de las discapacidades en causas sociales. De esta manera, se entenderá que las personas con discapacidad pueden contribuir a la comunidad al igual que el resto de los niños, niñas, hombres y mujeres, respetando la dignidad humana, la igualdad y las libertades personales, reivindicando su autonomía para decidir respecto de su propia vida, y para ello se centra en la eliminación de cualquier tipo de barrera, a los fines de brindar una adecuada equiparación de oportunidades.
La ausencia de políticas y estrategias en relación a las personas con discapacidad constituyen una debilidad, al mismo tiempo que una posibilidad de mejora para la organización. Apoyarse en nuestra misión y visión para asistir a personas con discapacidad dentro del marco de los cuidados domiciliarios y buscando no sólo su bienestar físico, sino mejorar su calidad de vida, supone la adecuación de la gestión de nuestros capital humano (gestión de las personas) inculcando la importancia de ser un equipo sólido en los aspectos técnicos y comprometernos con un modelo ético que promueve la inclusión que les ha sido esquivo durante años.
La formación de grado no prepara a los efectores de salud para hacerse las preguntas correctas: ¿Cuál es la necesidad de la persona? ¿Cuál es el impacto en la calidad de vida de ella y su grupo familiar? ¿Cuáles son sus deseos? ¿Cuál es mi responsabilidad social para con esta familia y su entorno?
Basta con remitirnos al informe de la OMS que da cuenta que 'las personas con discapacidad notifican con una frecuencia dos veces mayor que el personal sanitario carece de las aptitudes para atender sus necesidades; con una frecuencia cuatro veces mayor, que son maltratadas por dicho personal; y con una frecuencia tres veces mayor, que se les niega la asistencia'.
Se dijo mucho acerca de las carencias del sistema de salud y la deuda que aún tiene pendiente con las personas con discapacidad. La planificación de un servicio para este grupo poblacional y sus familias supone un doble desafío para Global Care.
El primero de ellos es crear conciencia, dejando de lado los modelos profundamente arraigados de gestión y, sobre todo, vetustos en su abordaje de la discapacidad. Ésto supone la necesidad de crear conciencia y una fuerte estrategia de formación y capacitación de los profesionales de la salud.
Derribar el modelo rehabilitador médico para que los galenos comprendamos que debemos aprender a formar parte de un equipo transdisciplinario, donde cada una de nuestras conductas atraviesan transversalmente no sólo a los demás miembros del equipo sino a la propia persona como parte activa en la toma de decisiones, así como también a su grupo familiar.
Una organización con una cultura anacrónica debe aprender del resultado de sus acciones e implementar políticas de mejoras, centradas en una gestión efectiva transparente, enfocadas en el usuario y explotando al máximo el saber científico de sus miembros, pero sobre todo los valores que cada uno de ellos puede aportar.
Cada institución supone una compleja red de procesos, recursos, políticas, estrategias y gestiones. La planificación, los objetivos claros, poder medir resultados y la participación activa de todos sus integrantes alineados a la misión visión y valores supone un facilitador para alcanzar mayor eficiencia y por qué no la excelencia.